Viaje a la semilla de Emilio Disi
Por Alejandro Frenkel
Emilio Disi se despierta luego de su último estertor, no sabe si fue el teléfono o los llantos de su mujer. Lo cierto es que sin pensarlo mucho, tras esfumarse su larga y penosa enfermedad [1] en los pulmones arregla con Rodolfo Ledo para hacer una película sobre unos torpes bañeros en la Feliz, llamada “Los bañeros, Los Rompeolas”. El resultado es un fracaso de crítica y de público. Sin embargo lo intentaría unos años más tarde en “Los bañeros Todopoderosos”, película en la que junto a Pachu, Pablo Granados y Freddy Villareal tendrían un éxito comercial. El cine parecía un lugar indicado para él ya que encontraría oportunidades para mostrar su histrionismo y comicidad, aunque claro cómo él diría más tarde “el humor será troskista o no será” [2]. Por eso, si bien directores como Burman, Cohn y Duprat lo seducen con papeles más… como decirlo, a ver, dame veinte segundos, artísticos? Pretenciosos? Prestigiosos? las boleterías lo convocan para continuar dos sagas con las cuales se hará escandalosamente famoso: “Extermineitors” [3] y Bañeros”. A la primera llega un poco por casualidad: tras participar en un par de capítulos de la serie Casado con hijos y en Poné a Franchella, hace buenas amigas con el hombre de los bigotes y los ojos pícaros y es convocado para hacer las últimas de Extermineitors, superando incluso un penoso distanciamiento que sucedió entre ambos. Cabe mencionar un diálogo de este dúo de Extermineitors que se repite en bocas hípsters-snobs-nostálgicos-políticamenteincorrectos-cínicos-votantesdebaragiola-cuarentonestristes y otras yerbas:
Franchella: Vos, bordeá el campamento. Vos, quemá los Jeep. Vos, soltá las chicas.
Disi: Y vos?
Franchella: Yo, yo soy muy cagón.
Estas parodias de películas de acción lo llevan a realizar su versión televisiva en el programa Brigada Cola junto con otros queridos actores de la década color champagne: Gladys Florimonte, Mónica Guido, Raquel Mancini y Hernán Caire, solo para mencionar algunos de sus principales compañeros. Cansado del programa, ya que realizaba en paralelo y desde hace muchos años los sketchs con Susana Giménez (2017-1992), decide dejarle la posta a su amigo Guillermo Franchella [4].
Podríamos resumir de la siguiente forma esta fase: En los tres rubros (TV, cine y teatro) compone lo que en la Commedia del Arte sería el rol del “viejo verde” [5].
En la década siguiente, abandona la máscara mencionada para convertirse en maduro, o cuarentón verde. Emilio, Emilio, Emilio, Emilio, Emilio, Emilio, Emilio, Emilio, Emilio, Emilio. Tranquilo lector, no estoy teniendo un ACV. Ni siguiera es una estrategia literaria que busque reflejar el impacto de popularidad que tuvo el actor en la década de los 80s. Sino más bien las veces que de modo consecutivo tuvieron ese nombre sus personajes. Dato que lo llevó a obtener el lauro del record Guiness.
Pero todo cambia dice Hilda, y Emilio no es indemne a esta ley de la vida. Poco a poco, las risas, los momentos desopilantes que conseguía comienzan a cansarlo y necesita algo distinto, algo que lo enerve y lo lleve a tocar otras cuerdas de su instrumento.
Para eso elige otro tipo de películas y programas de Tv. Transita ficciones como “Los hijos de López”, “Los golpes bajos” con Alterio y Ana María Pichio, y grandes programas de alta factura artística como “Los Piedra Gómez” [6] y Alta comedia. Lo mismo sucede en el mundo de las tablas. Los duendes del teatro San Martín no juegan más al rin-raje en la vida artística de Disi. Joven y sin ese característico cabello gris que lo acompañó gran parte de su vida en los medios, actúa en una obra de Shaw dirigida por Carlos Gorostiza con Víctor Laplace. Empero, el destino gira como la pelota “caprichito” y en una función se pone una peluca estilo Doris Day y hace monerías. El teatro se vino abajo con las carcajadas. ¿Vuelve al mundo de la comedia? Dirá adiós a los momentos desopilantes para placer de chicos y grandes? ¿Sumará diálogos a eso que se llama inconsciente colectivo? Nada de eso. Brandoni [7] lo ve actuar y sin dudar se lo recomienda a Armando Discépolo para que haga de galán en Stéfano donde se destaca rápidamente entre la crítica especializada.
Audaz, no le alcanza con estos cambios y decide un último movimiento: abandona su apellido Disi proveniente de una marca de Óptica y adopta el de Parada. Este rasgo en su personalidad lo lleva a guardar el título obtenido en el Conservatorio Dramático y ponerse a estudiar durante años y ser el actor que siempre había soñado. Como afirma el actor para el Gran Diario Argentino: “Cuando estaba en el Conservatorio, mi sueño era trabajar en el San Martín o en el Cervantes. Había hecho una obra como Don Gil de las Calzas Verdes, de Tirso de Molina”.
Así, el joven Emilio Roberto Parada se duerme satisfecho de su derrotero tras setenta y cinco años de siliconas de Bernard Shaw, Susana Giménez, amores stressados, cigarrillos, Mar del Plata, risas, puertas que dan a malentendidos, grotescos criollos, Carlos Calvo, policiales, Miguel Del Sel, Katja Aleman...
[1] Cuando un eufemismo pierde su lustre, ¿se convierte en sinónimo?
[2] No dijo esto en realidad, pero resulta verosímil.
[3] La primera al parecer como señalan algunos testigos de privilegio sirvió como inspiración para la película Terminator de James Cameron. Al parecer, luego de verla en el VHS de su casa, James tuvo un sueño con robots del futuro provocado por la cinta de Disi. Lo mismo sucede cuando luego de triunfar con la saga de Brigada explosiva, es inmediatamente replicado por EE.UU y se reversiona en formato serie con el nombre de A-Team.
[4] Franchella que en sentido inverso comienza a incursionar en la comedia (¿popular o comercial?) aburrido de papeles dramáticos.
[5] Estuve haciendo una investigación en Wikipedia y en monografías.com y no encontré confirmación sobre el personaje del “viejo verde” en este género. Lo dejo abierto a debate.
[6] No encontré ningún registro o testimonio oral sobre este programa de TV, pero con este notable título ya me alcanza para adjetivarlo de esta forma.
[7] Obviamente el Brandoni copado. ¿Cuántos Brandonis caben en Brandoni?