¿A quién le habla Pola Olaixarac?
Por Rocío Fernández
1.
En “Escritora Infante de la Marina Mercante”, una nota publicada en Cuadernos Lírico para un dossier literario sobre Niños e infancia, Pola Olaixarac cuenta que empezó a escribir a los siete años en unas libretitas negras de ELMA, la Empresa Líneas Marítimas Argentinas. Antes que dejara de existir en los 90, “desintegrada durante el primer mandato de Carlos Menem”, Pola viajó en esos barcos gigantescos donde su papá era Jefe de Máquinas y fue allí, en uno de esos viajes cruzando el Atlántico, que escribió su primera novela. Con su pseudónimo, Cora Málaga, decidió desde muy chica que quería ser escritor –no escritora, aclara- y que iba a evitar a como dé lugar las referencias autobiográficas que asociaba a lo femenino: la cosa podía ir desde una fantasía arábiga hasta una historia sobre unos soldados franceses luchando en plena revolución o Verónica, una novelita victoriana a la manera de la saga Katy de Susan Coolidge.
Pero el barco no solo fue el espacio de los inicios de la escritura sino que fue además todo un lugar de descubrimientos. Pola rememora las comidas en el comedor de Oficiales De Máquinas y Cubierta, “donde nos atendían los Mozos de Oficiales y había un menú con entrada, plato principal y postre”, sus amistades con los hijos de los maestranzas, que comían un piso más abajo, la entrada al puerto de Buenos Aires y los paseos a Sala de Máquinas. En esta línea, la escritora recupera dos anécdotas que, en sintonía con 45 días y 30 marineros de Norah Lange, hacen de la experiencia náutica una vía de iniciación al erotismo y la sexualidad femenina: la primera se remonta a una noche en la que, estando en puerto, se encierran a comer galletitas en una sala y ven por el cancel unas mujeres subiendo a cubierta a las que el hijo del electricista y la hija del cocinero les gritan “¡prostitutas!”; Pola y su hermana se suman divertidas al grito, aunque no saben qué significa esa palabra. La otra se detiene en las únicas dos mujeres de la tripulación, la Comisario y la Radio, y la cito para que no pierda potencia:
La Radio tenía el pelo rubio lacio; la Comisario tenía el pelo con permanente rojizo y los ojos sombreados de celeste, como escapada de las Gatitas y Ratones de Porcel. Eran las verdaderas reinas del barco. Eran las recipientes de una serie de galanterías que ahora serían totalmente incorrectas, bromas que ya no pueden existir en voz alta; dueñas y señoras de su propio sentido epocal, ellas iban tranquilísimas por los laberintos de Oficiales y explotaban fuertemente sus encantos, sobre todo la Comisario. Siempre tenía la camisa blanca entreabierta, la falda azul (los colores de los Oficiales) muy ceñida al cuerpo. Una tarde íbamos con mi papá por los laberintos de camarotes: la Comisario se apareció y cruzó una pierna seductora, con su taco azul marino, para no dejarnos pasar. Mi papá le dijo que no embromara y yo salté la valla de su pierna y atrás quedó Escila derrotada, a llorar con Caribdis.
2.
Entre octubre del 2020 y junio del 2021, Pola estrenó sus columnas satíricas sobre política argentina en el diario La Nación. En realidad ya venía escribiendo notas en ese mismo tono entre pícaro y ácido en Perfil pero, como ella misma afirma en una entrevista de marzo de este año, el salto no implicaba un simple cambio de medio: “empezar a escribir en La Nación fue como entrar al Luna Park. Era como estar en un gran teatro, y sentir a la vez el espíritu del pugilato y de lo popular. Es algo muy performático, porque casi de inmediato tenés las reacciones del público”. La referencia al circo romano y la inmediatez de la repercusión no es otra cosa que eso que se suele llamar estar en la arena pública; queda claro que no es lo mismo ser pícara y ácida en Perfil que en La Nación. En efecto, su primera nota en la tribuna de doctrina, “Santiago Cafiero, galán tóxico de sangre azul”, publicada el 18 de octubre del 2020, recibió comentarios hasta del mismísimo Alberto Fernández – aunque a decir verdad a esta altura recibir un comentario presidencial ya no parece una proeza. En total Pola escribió seis perfiles satíricos [1], pero quisiera centrarme en ese primero no sólo porque fue el que causó mayor revuelo sino porque debo admitir –con cierto pesar de derrota– que me hizo enojar. Sin embargo, antes de adentrarme en las razones de ese efecto de lectura, que es lo mismo que decir en la efectividad de la escritura de la columnista, vayamos a algo más general: ¿por qué escribe Pola Olaixarac?
El 18 de noviembre, conocidas ya sus primeras tres columnas, Pola señala, en una nota que le hace el propio diario que la publica, que "el kirchnerismo buscaba ser un género discursivo” y que, por ende, “necesitaba una crítica literaria que lo estuviera viendo". Reconoce que inicialmente ese lugar lo ocupó Beatriz Sarlo y, aunque no lo diga, pareciera que es ese también el lugar que construye para sus escritos. El enfrentamiento con el kirchnerismo no es algo novedoso en la carrera de la escritora sino que puede rastrearse inicialmente a la carta de apoyo a la candidatura de Mauricio Macri que firmó en 2015 o incluso antes con los entredichos a raíz de su primera novela con cierto sector de la crítica literaria que ella asocia con el kirchnerismo [2]. La disputa comienza entonces o mejor dicho nunca se sale de la cancha de la literatura. Es ahí donde parece haberse originado el problema y donde Pola decide seguir dirimiendo la cuestión: asume de esta manera su rol como crítica literaria del kirchnerismo con los perfiles satíricos, que serían entonces algo así como un intento por analizar los nuevos personajes que esta nueva temporada K pone en escena –porque como ella misma dice “la que tiene el proyecto novelístico es Cristina”– con el objetivo de desentrañar la maquinaria discursiva que sostiene el relato. “Me divierte ver cómo funciona el engranaje. Es como un videojuego, tirás una cosa y aparece el armamento". Vayamos entonces al artículo en cuestión y veamos el artilugio detrás de Santiago Cafiero:
Desde la asunción arrancó suspiros, y memes de faldas recibiendo baldazos para aplacar los fuegos intensos que despertaba. Con su boca jugosa, barbita descuidada y apellido de lord del peronismo bonaerense, "Santi" Cafiero es el primer jefe de gabinete "juvenil" del PJ. Rodeado de caras repetidísimas y acres, Santi era el bombón que coronaba la torta rancia del peronismo triunfal.
Su debut en la escena nacional lo marcó como un anti-Marcos Peña. Santi no era ningún Marquitos: nada de fingida informalidad. Ladero acorde al look "boga gris" de Alberto, el flamante jefe de gabinete combinó el clásico traje y corbata con pulseritas de cuero, un fulgor de verano en Villa Gesell. Santi era la evolución hot de Marcos: la sonrisa fácil, el pelo en ondas un poquito largo, pinta de winner pero cercano y compañero. Dato: en los actos, siempre le sonríe a alguien afuera de cámara. Esa a quien le sonríe, eras vos.
Santi no se quitó las pulseritas nunca más, y si nos abstraemos del traje (si lo desvestimos con la mirada), podemos verlo al sol, tomando cerveza a las risotadas en una pizzería de Palermo. Haciendo un asadito un domingo nublado, extrayendo de la parrilla un vacío tierno, a punto como tu corazón; y lo bastante deconstruido como para picarte la ensalada. Podemos imaginarlo siguiendo el decálogo de la hombría contemporánea argentina, y cumpliendo. Si naciste en la Argentina del último siglo, tuviste algo con uno así. Y siempre las pulseritas, como un talismán de autenticidad; sabés que aun desnudo, las tiene puestas. No logró enloquecer a la rama femenina al punto de ponerse a vender bombachas con su cara (como sí Kicillof) pero, a diferencia del pequeño gobernador, Santi se proyectó como un novio nuevo para la Argentina populosa, un galán argentino quintaesencial.
Corto acá, en los primeros tres párrafos. A primera vista, si una lo saca de contexto y olvida que está hablando de un funcionario político, podría imaginarse que esas líneas son parte de una rutina de stand up palermitano medio autoayuda que tiene como objetivo hacernos reir de eso que ella luego define como el novio tóxico. Todas tuvimos uno, dice, todas fuimos parte de esa toxicidad y todas podemos reconocer también esas cosas que nos seducían. El humor muchas veces funciona a partir de la empatía: escuchas algo que en boca de otrx suena absurdo pero que te refleja y la risa entonces parece plegarse; ya no sé si me río de lo absurdo de la situación o de mí misma haciendo algo absurdo sin darme cuenta. Pola apela a esa empatía, le habla directo al público, a nosotras, porque queda claro que Pola le habla a otras mujeres, y nos dice que esa a la que Cafiero le dedica una sonrisa fuera de cámara eras vos. Ese detrás de escena o, lo que es lo mismo, el engranaje, el armamento que sostiene a Cafiero y a la aristocracia del PJ resulta entonces que somos sencillamente nosotras. Un sujeto colectivo que la autora construye a partir de la parodia del lenguaje del feminismo de los últimos años: no es un nosotras cualquiera, es un nosotras que dice deconstruido, que dice tóxico, que dice compañero, porque Santi es el novio nuevo que construyeron las chicas del pañuelo verde. El objeto de risa entonces se desvía y una se da cuenta que la sátira que realiza Pola no se burla de Santi Cafiero y la sangre azul del peronismo bonaerense, digamos "el poder", sino del feminismo. De la misma manera que en los últimos días los hechos ocurridos en Afganistán hicieron aparecer toda una serie de reclamos estúpidos al clamor de “Dónde están las feministas”, parecería ser que para Pola ya éramos las culpables de la otra palabra en boga de estos días, la perpetuación de la casta política.
Ante este detrás de escena de la escritura -porque ahora soy yo la que tira una cosa para que aparezca el armamento detrás del género literario Pola Olaixarac- me pregunto por qué no escribir directamente una crítica hacia el feminismo. El famoso vení y decímelo de frente. Quisiera ensayar una posible respuesta que tiene que ver con twitter y el efecto: hay críticas, chicanas, chistes, formas de pinchar que son propias de esa red social que Pola maneja a la perfección -no hay que olvidar que fue una de las pioneras en el mundo blogs, incluso recuerdo una nota de ella en Página 12 donde habla de twitter en 2009. El estilo de la irreverencia twitter tiene que ver en este caso no sólo con ir en contra de una supuesta corriente, con mostrar con orgullo que no soy lo que todas son, sino también con decir que las minas del pañuelo verde siguen siendo las mismas boludas que hace 20 o 30 se cruzaban con Santi en Pinamar y caían rendidas antes los encantos del chongo del verano. Tan cocoritas tan cocoritas y al final terminaron ungiendo a un hegemónico que las calienta, nos reprocha Pola. O lo que es lo mismo: todo lo que haga mal el gobierno es culpa tuya porque sos mujer y, como se sabe desde tiempos inmemoriales, el pecado siempre viene atado a nuestro deseo.
Pienso por último que si hubiera escrito esto en octubre del 2020 con la lectura recién hecha y el enojo no habría podido percibir que quizás haya algo de atinado en la parodia de Pola que tiene que ver con el hecho de evidenciar un lenguaje cristalizado. Algo paradójico: un movimiento que disputa el cuerpo a cuerpo de la lengua con el lenguaje inclusivo como es el feminismo parece ser perseguido a su vez por los peligros del cliché, del lenguaje vacío, de la fagocitación que el mercado –y por qué no también el Estado y los partidos– hacen de nuestras disputas. En esta línea, creo que no alcanza sin embargo con deslindarse de ese nosotras con que nos acusa Pola apuntando con dedo de superioridad ideológica y moral: pensar que yo no soy parte de ese feminismo que se sonroja fuera de cámara con la sonrisa de Santi para no sentirnos burladas, es decir, del feminismo progre clase media que votó al kirchnerismo al que le habla Pola, sería solo una actitud de comodidad que nos deja tranquilas con nosotras mismas y que incluso nos pone momentáneamente en el lugar de quien escribe. Votar y ser feminista es, al fin de cuentas, un acto lleno de contradicciones y quizás sea incluso más problemático aún caer en la trampa o hacer de cuenta que dichas contradicciones no existen. O quizás finalmente frente a la emboscada solo tengamos que saltar la pierna de esa Escila derrotada.
[1] A esa primera le siguieron “Juan Grabois, el “Rebelde Way” de la clase ociosa” del 1 de noviembre, “El talentoso Sr. Trotta, trabajador esencial de la ignorancia” del 16 del mismo mes, “Gines González García. Chamán de la cuarentena más larga del mundo” el 6 de diciembre y ya en 2021, “Victoria Donda, el hada del feminismo estatal” el 10 de enero, “Gasita Fernández y la fantasía de la sumisión” el 25 de abril y “Axel Kicillof, el líder sexy que raptó la educación” la última, -al menos por ahora- el 13 de junio.
[2] A la pregunta por si "¿creía que su simpatía por Cambiemos perjudicó de algún modo su trabajo como escritora? Al salir tu primera novela todos te amaban de manera unánime.", Olaixarac responde “No era tan así. ¿No te acordás de que pidieron que me retractara de Las teorías salvajes? En la revista digital Planta decían que tenía que hacer un desagravio a la UBA, que mi novela era fálica y “sin amor”. Pobres esos chicos, eran tan amantes de la literatura y terminaron haciendo panegíricos sobre Máximo Kirchner. Después había otros que decían que la novela la había escrito un tipo y que se hablaba del libro solo porque yo salía bien en las fotos. Me insultaba gente de todos los colores. Me acuerdo de que un tipo del blog de Quintín vino a verme a Madrid para hacer un retrato para “asesinarme”, y yo algo me olí. Entonces grabé la conversación, donde podés escuchar que soy una persona correcta y educada y el tipo un chupamedias filomontonero ex-OAS. No sabía que lo grabé, escribió su cosa espantosa y yo publiqué la grabación. En su momento me afectó tanta agresividad; solo era una chica que había escrito una novela. Sobre Cambiemos: firmé una carta en apoyo a la candidatura de Mauricio Macri en 2015, y eso me permitió observar cómo funcionaba la corporación. Ahí me enteré de que al peronismo no se lo critica en público, y que si lo hacés sos castigada.”