Andrea Frigerio, Superstar
Por Alejandro Frenkel
Su marca sobre el labio es indicio de que estaba destinada a patear el tablero, a ser la parte quemada de debajo del bizcochuelo de vainilla, ese golpe en el dedo chiquito del pie que te das cuando caminás descalzo. Sí, no es el clásico lunar mariantoniezco que subyuga y expele glamour decadente. No, estimado lector, tiene una señora verruga. La verruga matricida que terminará con el reinado de las Ceciliasroth, las Morán, las Borges[1], y sí, lo tengo que decir: las Leandro.
Como una auténtica escupida al progresismo, Andrea Frigerio cursó Biología en la UBA con buen promedio hasta quedar embarazada. Debido a las presiones familiares fue empujada a casarse sin mucha convicción con su primer esposo, de quién tomaría su apellido para su carrera artística.[2] Parece que necesitaban dinero para vivir, así que se anotó en varios castings de publicidades. Fracaso tras fracaso, de lástima la mandaron a una productora para hacer una publicidad.
¿Cuál fue su puerta de entrada al mundo del espectáculo? ¿En qué momento Andrea Frigerio se encontró con quien debía ser?
Imaginemos esta situación: ella está sentada en un galpón lleno de gente, pasan las Trillizas de oro, que según sus propias palabras fue como ver a Madonna;[3] una mujer sale y pregunta por la doble de manos. “Ahora seguís vos, Andrea”. “Yo estaba sentada. ‘A ver -me dice y viene así como caminando entre la gente-, a ver, vos, mostrame las manos. Sos vos, vení, me dijo”. Y el resto es historia. Óle. Bah, en realidad, no, porque primero, antes que nada, sería parte de esa generación dorada que fue Mora Furtado, Teté Coustarot, y Nequi Gallotti; las primeras supermodelos de nuestro país.
Pero no contenta, no satisfecha con lo logrado, esta cuasi bióloga se lanza al mundo de la televisión:
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En los albores de los 90s presenta dibujitos animados en el noticiero “Despertares al país” conducido por el malogrado[4] Daniel Mendoza.
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Co-conduce programas de chimentos con Jorge Rial entre el 97 y el 99 (bueno che, era una búsqueda)
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Se luce como conductora del programa “Viva la diferencia”. Una suerte de batalla de los sexos donde personajes como Ana María Campoy, Bárbara Love[5], puma Goity o la Hiena Barrios, entre otros, compiten en prendas de baile, canto y otras yerbas.
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Participa de las cámaras ocultas que organiza VideoMatch; por lo que obtiene una nominación como mejor labor cómica en el año 1996. (Y sí, gente como Cacho Rubio, Ventura y otros seres vieron lo que a otros sesudos e indies directores del cine nacional les tomó veinte años: es una actriz del carajo).
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De ahí en más, una carrera meteórica por la tele vernácula. Hizo de todo: Son amores, Los Pells, Los Roldán, La Dueña, Poné a Franchella, entre tantos éxitos.
Sí, lo sé. Estás poniendo cara rara. Estás frunciendo el ceño, al igual que hicieron los editores cuando les conté que quería hablar de Andrea. Acá no termina su historia. Preparáte.
En una entrevista para el sitio Infobae afirma: “Estoy totalmente en contra de las etiquetas, de las cajas, de las clasificaciones, casi te diría que estamos en vías de que todo eso desaparezca. ¿Difícil? Sí, pero no imposible. Yo celebro las diferencias”.
Y es entonces que se lanza a hacer cine con las mejores actuaciones de los últimos veinte años. Sí, veinte años, y no es un número antojadizo. En el 2016 actúa en esa película espantosa de Duprat y Cohn titulada El ciudadano ilustre y ella la rompe mal. Hace de una mujer de pueblo enamorada en secreto durante treinta años de Oscar Martínez (uff). Al año siguiente su (la) obra cumbre: Desearás al hombre de tu hermana, de Diego Kaplan. Película babée (Frenkel 2019)[6], que molesta, que no cuaja del todo, que inquieta al espectador de múltiples formas. Allí, la Frigerio hace una apoteótica interpretación de una madre déspota que obliga a sus hijas (Pampita y Mónica Antonopu…bueno, no me acuerdo cómo se escribe bien, tengo problemas con los apellidos griegos) a tener experiencias sexuales. Y sigue esto: en 2018 coprotagoniza Rojo de Benjamín Naishtat. Una película árida y muy recomendable sobre la última dictadura en la que interpreta a la esposa del siniestro personaje de Darío Grandinetti. Siguieron los sucesos, pero caro lector, esa… esa es otra historia. Lo que sí puedo decir es que llegó para echar del living a las viejas chancludas. Tomá tu torta.
[1] No sé, me parece que me zarpé.
[2] El apellido de Andrea (Me gusta decirle Andrea, siento que estoy con ella en Ficus tomando un café) es largo y complicado, según recuerdo termina en “-stein”. Pavada de sufijo en su apellido.
[3] En realidad serían tres madonnas.
[4] Histórico: primera vez en mi vida que escribo esta palabra.
[5] Te desafío, sí, a vos que estás comiendo un borrachito de la Boston, a que me digas cómo se hizo famosa.
[6] Cfr Alejandro Frenkel, “La obra de arte como objeto babeé, un camino de encuentros y desencuentros”, Mar del Plata, Editorial Siglo XXII, 2019.