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Fotos de los años ’90

Por Ignacio Iriarte

Hace poco más de un mes, con Rocío Fernández tuvimos que hacer un flyer para un encuentro sobre poesía argentina de los años ’90, que organizamos desde el grupo Caja de resonancia, que dirige Ana Porrúa y del que participamos Matías Moscardi, Irina Garbatzky y yo. Mi función se redujo a colaborar en el trabajo de seleccionar una foto que fuera representativa tanto de la época como de la poesía que se escribió por esos años. Nunca es fácil resumir las cosas con una imagen en particular, mucho menos para alguien como yo, que no soy un especialista, ni en el trabajo con imágenes ni en la época que debíamos representar, pero me llamó la atención que no consiguiéramos ni siquiera tras mucha reflexión una que pudiera funcionar para el flyer. Algo en eso que me hizo reflexionar en lo siguiente: es difícil encontrar una foto que sintetice bien los años ’90.

Para comprobarlo, basta con echar una mirada atrás. Desde que Louis Daguerre difundió su invento, que llamó con suspicacia daguerrotipo, las épocas fueron pródigas en imágenes icónicas que las representaran. No nos imaginamos el tiempo de entresiglos sin hombres que luzcan sus galeras o al menos sus sombreros. Si quisiéramos elegir una fotografía de los años ’20 o los años ’30, seguramente recalaríamos en Hipólito Hirigoyen o, para no ser tan obvios, en alguna calle emblemática de Buenos Aires, que se muestra con pujante seguridad. El mundo de esa época también tiene fotos emblemáticas. Pensemos en los obreros norteamericanos que se sientan a comer en uno de los rascacielos en construcción de Nueva York. La viga descubierta todavíalas alturas, el vértigo, la felicidad del descanso, la clase obrera: se forma un conjunto que nos dice que la modernidad no se detiene, a pesar de que acaba de terminar la gran depresión de 1929.

¿La potencia iconográfica es solo de principios de siglo? No lo creo. Los años ’40 pueden estar representados por una multitud de imágenes, al punto de que tenemos para elegir. Se me dirá que son lugares comunes, pero es de lugares comunes de lo que estoy hablando. La Argentina de esos años se encuentra representada por cualquier foto del General Perón, de la misma manera que el mundo puede representarse por las fotos de Stalin, Hitler y Churchill con su interminable cigarro. Podemos tomar una imagen de la Segunda Guerra, está lleno de esas imágenes, de la misma manera que la Primera se resumiría en una máscara de gas.

Los años ’60 y ’70 no se quedan atrás. Tenemos la foto que Alberto Korda le saca al Che Guevara y termina por convertirse en La foto, estampada en remeras, banderas, tatuajes, cuadros, libros, paredes, y la enumeración puede seguir hasta el infinito, porque esa cara se debe haber pintado hasta en un grano de arroz. O bien podría ser Mao Zedong, y mejor todavía, el Mao que produjo Andy Warhol, imagen en la que se unen las dos corrientes de la época, el arte que conecta con el mercado y la revolución que brota desde las masas hambreadas de los campesinos. ¿Buscamos algo más masivo? Sean Connery interpretando a James Bond. ¿Algo más selecto? La cara de Anna Karina en alguna película de Godard o la de Liv Ullman en alguna de Bergman.

Los ’80 fueron años en los que se vivió una verdadera explosión iconográfica. Es más, fueron tan iconográficos que cualquier fotografía de esos años es una muestra cabal de la época. David Bowie vestido de blanco, Federico Moura maquillado, las fotos del Parakultural y las que toma Alejandro Kuropatwa. Pero también pueden funcionar las fotos caseras, porque la fotografía se difundió muchísimo en esos años, se vendían unas cámaras de plástico alargadas, que ya tenían incorporado el flash automático, había que esperar a que se cargara, esuchando un ruidito, pero mágicamente se podían sacar fotos a oscuras, aunque quemando toda la imagen. Gracias a ese avance técnico, todas las personas, con sus grandes hombreras y el brushing levantándose de las cabezas como una ovación desaforada, con los pantalones entallados y los colores chillones, todas las personas, un hombre o una mujer cualquiera, incluso tu tía, mal iluminada y desde ángulos técnicamente erróneos, pueden representar con felicidad los años ’80.

En cambio, los ’90 son difíciles de sintetizar. En Argentina, la imagen más rápida que viene a la mente es la de Menem o la de Cavallo sosteniendo un billete de un dólar y otro de un peso. Pero esa imagen es muy parcial y demasido poco querida. Perón y Guevara también representaban una parcialidad, pero también algo más que un sector, porque representan los conflictos político-sociales que le dieron forma a sus respectivos tiempos, de modo que también un antiperonista o incluso un agente de la CIA podrían sentirse en parte representados por esas fotos. En cambio, Menem y Cavallo son figuras con las que muy pocas personas querrían sacarse una foto. Ni siquiera encarnan el mal, como Hitler, de modo que tampoco puede representar a su época por el horror que causaron. Por otra parte, ¿no sería del todo chocante un flyer sobre poesía con la cara de Menem estampada? Requeriría demasiada ironía del espectador, demasiado esfuerzo para llegar a buen puerto.

Mientras buscábamos otras opciones, se presentaban siempre imágenes marcadas por un desencanto sombrío. Negocios cerrados, lugares quebrados, huelgas que mostraban desde el principio que estaban vencidas. En un momento pensé que podría ser representativo el derrumbe de la URSS (el derrumbe del muro de Berlín pertenece a los años ’80). Pero no existe una fotografía de ese acontecimiento, porque fue consecuencia de muchísimos problemas que se venían arrastrando desde la época de Brézhnev, y al mismo tiempo es algo tan anodino como un acto administrativo, porque eso fue, al fin y al cabo, lo que produjo en los hechos la disolución de la URSS.

Pero todo esto nos puso una dirección: había que buscar una imagen melancólica, porque la época parece estar atravesada por la melancolía. En ella se produjeron demasiados fines y disoluciones, demasiados desencantos políticos ciertamente, pero también de los otros, porque en esos años Kurt Cobain cantó el estertor del rock, como señaló Mark Fisher. Y vale subrayar que no se trata de un momento de duelo: el duelo es un dolor que se vive por algo perdido, pero al mismo tiempo es un trabajo que permite crearse una nueva ilusión. La caída de la URSS o las fotos de la clausura de una fábrica o el cierre de un negocio tienen algo demasiado definitivo como para pensar que hay un mañana en el que se remontará la situación. Entonces, nos convencimos de que la foto tendría que respirar melancólica. Por lo demás, ese sentimiento se deja sentir en algunos de los poetas argentinos de esa época: en Fabián Casas, Daniel García Helder y Martín Prieto. Pero a la vez no, es un error, porque eso no funciona en Cecilia Pavón y Fernanda Laguna. Y a decir verdad, ¿fue solo melancolía lo que hubo en esa época? Mis recuerdos, y seguramente los de muchos, son felices, porque todo depende de la edad que uno tuvo en ese momento. Si uno tiene 18 años en una época determinada, es posible que recuerde que esa época estaba atravesada por cierta felicidad o al menos por una promesa de felicidad.

Posiblemente sea que no soy un especialista, pero desde mi punto de vista la dificultad de la selección de una foto se encuentra en que los años ’90 no se pueden sintetizar en una única imagen, porque es un momento de dispersión y fragmentación. Hasta entonces, el tiempo parece moverse en sintonía o en contradicción, pero en todo caso en línea con la utopía; los ’90 inauguran lo que Michel Foucault llamó heterotopía: una red de compartimentos separados, una serie de mónadas, un panal de mundos interiores. La mirada es como la del insecto: una mirada reticular. ¿No es eso lo que representa la poesía de la época? Miradas que están circunscritas, como si los escritores miraran por la ventana. ¿De qué? Posiblemente, de un edificio lleno de ventanas. Si hubiera que sintetizar los años ’90, podría probarse, me dije entonces, con la foto de un edificio: todos miran desde un lugar, sin conexión, o con conexiones que la estructura del edificio (la estructura social) no delata.  

Finalmente, la foto que elegimos se parece a eso. Unos operarios desmontan un gran cartel de Blockbuster. Está la melancolía, está el viedo club, está el cine, está el dinero. En el flyer, Rocío Fernández multiplicó esa foto, de modo que lo que representa los ’90, para nosotros, es un conjunto de ventanas por las que se ve como unas personas desmontan el cartel de una empresa que terminó arrasada por la modernización. Podría ser otra foto, desde luego, porque al final de cuentas, es posible que sea una época de imágenes fragmentadas.

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